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Mientras las hojas caían de aquella inmensa arboleda, nos quedamos mirando en un punto de aquel horizonte impenetrable, sentados en el banco de madera, que, gastado por los años pertenecía a la propia naturaleza, cubierto de musgos y rodeado de hojarasca, se convirtió en nuestro trono durante ese día.
Veíamos formas impuras caminar a nuestro alrededor, e invadían con sus miradas lascivas escaneando nuestras frentes, intentando leer nuestros pensamientos. Y aunque teníamos cerebros prácticamente impenetrables, nuestras lágrimas caían a ese mar de hojas, tan débiles...
Llegó el momento de las decisiones, durante meses habíamos cavado nuestra propia tumba y nos habíamos liberado de esa carga emocional que nos ataba, y ahora... ahora sabíamos como pensaban los demás, habíamos descubierto esa barrera antes infranqueable.
Eramos semidioses... quizás algo malvados, pero semidioses. Y siempre teníamos en nuestros hombros un estandarte, que en un futuro muy cercano, volvería a ser el ítem por el que nos venerarían.
Ante esa circunstancia, sentados en nuestros tronos, sufriendo momentáneamente y creyéndonos algo importante, decidimos abandonarnos a nuestra suerte, divagar hasta las tantas, seguir urdiendo un plan en el que al final... seríamos reyes.
Almaw Onthebridge
http://cartasdeidigoras.blogspot.com/2010/10/querida-almaw-he-perdido-mucho-el.html
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